La Conciencia Alla Afuera
Es razonable imaginar —y no es menos poético pensarlo así— que el universo, ese vasto laberinto de materia y forma, es en realidad una inmensa biblioteca, no hecha de libros sino de estructuras, órbitas, vibraciones, simetrías. Y que en cada una de sus páginas secretas, el lector distraído y el sabio riguroso pueden encontrar el reflejo parcial, aunque nunca del todo comprensible, de una conciencia que no es la nuestra. No es casual que nosotros, los hombres, percibamos la conciencia principalmente en los rostros humanos, en las palabras humanas, en los gestos de nuestros semejantes. Un perro puede mover la cola y, por simpatía o ternura, deducimos una intención; un cuervo puede resolver un acertijo y nos inclinamos a suponerle mente. Pero más allá de ese círculo estrecho —el círculo antropocéntrico que nos envuelve como una lente defectuosa— nos cuesta concebir la existencia de otros modos de sentir, de pensar, de ser. Un monje del siglo XII escribió que “el rostro de Dios se esconde ...